Friday, January 12, 2007

Muerte en la frontera

Tráfico. Cuarenta y cinco minutos atascado en la carretera con la pequeña lluvia cayendo sobre el cristal del auto. Aquí la gente no aprieta el claxón desesperada porque no enciende la luz verde. Esperan tranquilos con las manos firmes en el volante mirando ciegamente la luz roja. Yo estoy contento al alejarme del ruido de la computadoras, ese lento proceso de teclear a cada minuto y revisar la pantalla de vez en cuando mientras alguien se levanta para traer un cappuccino, un agua de botella o para ir al sanitario. Cuando abro un poco la ventana se mete ese olor a tierra fresca que raramente aparece y respiro hondo como lo hice de niño, cuando quería comerme a bocanadas el olor a pan recien hecho de la tienda de mi tío Luis. El camion delante de mi con placas de Nuevo León avanza un poco mientras un Neón rojo quiere cambiarse de carril. Cuando miro con mayor precision me fijo que es una chica, que esa chica tiene el cabello Negro y los ojos grandes como si estuviera siempre buscando el sur, me fijo tambien que tiene un escapulario colgado en la muñeca derecha y una blusa Calvin Klein, su nombre es Sandra y trabaja conmigo, igual que yo es una exiliada de la captura de datos. Por fin consigue avanzar y más adelante estaciona su auto en un centro comercial mientras espera una amiga. El camion con placas de Nuevo León avanza y yo lo sigo pero después escojo el retorno y me estaciono en el centro comercial unas filas adelante del Neón rojo donde puedo observar a Sandra a mi antojo. Sigue lloviendo pero es un chipi-chipi como en una canción de Charly García. Su amiga llega unos cinco minutos más tarde, un poco empapada con los pechos mojados, no es tan guapa como Sandra pero me gusta su pequeña sonrisa enmedio de la lluvia. Luego de saludarse entran en la tienda y a mi se me ocurre algo. Bajo las llantas del Neón comienza a dejar huella el recelo de las gotas. Busco en la guentera una navaja de cachas nacáradas herencia de mi bisabuelo que luchó en la Guerra cristera (desde luego contra los cristeros) y la meto en el bolsillo de mi chaqueta de los Lakers. Cuando caminas bajo la lluvia y miras el pavimento mojado piensas que algo va a suceder, que es como una película de David Lynch y que al voltear al auto vas a mirate sentado frente al volante llamandote al cellular para escuchar tu voz. Lo único que sucedio fue que quise ponchar las llantas del Neón rojo para que después cuando ellas salieran de la tienda yo me ofreciera a ayudarles. Desde luego no contaba con el parkero y con un tipo que de inmediato me reclamó mi vil acción. Yo me retire frustado, con la rabia saliendo de mis manos y pensando en el lunar cerca de la nariz que tiene Sandra. Guardé la navaja en la guantera y arranqué el auto solo para que unas cuadras después me interceptaran un par de motociclistas para interrogarme del atentado de las llantas ponchadas. Yo negué todo pero ellos me tenían en sus manos. No me importaron sus amenzas ni siquiera ir a la carcél, pero cuando me dijeron que iban a llevarme al Neón rojo para que explicara la situación las rodillas me temblaron y la sangre me subió a la cabeza. No podia ir, iban a humillarme frente a Sandra y luego ella iba a humillarme frente a todos los capturistas de datos "ese es el tipo que quiso ponchar mis llantas" y yo no podia permitirlo. Por dentro pensé que chingaran a su madre mientras me esposaban pero de mi boca salieron palabras mas sensatas. "tengo 200 pesos en la chamarra" les dije. Uno de ellos verificó mi historia y unos minutos despues se fueron contentos advirtiendome que no querian volver a verme por ahi. Y qué chingados iba a andar haciendo yo por esos lados si lo único que me detuvo fue la idea de conocer a Sandra. Me fui a mi casa derrotado aunque la lluvia había cesado y en el camino junto al montón de autos me quede pensando que a veces es major la rutina que intentar salirse de ella.

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