Friday, July 07, 2006

La lluvia amarga

Para muchas la lluvia fue amarga, perdieron mucho o lo perdieron todo, la lluvia arrasó con autos, rejas, bardas, con la electricidad, tanques, puestos y la tierra se dispersó por toda la ciudad. A mi me hubiera gustado que la lluvia se llevara también consigo las campañas electorales, a Felipe Calderón y el Peje, a los votos sin contar, al IFE, al TRIFE, al tibiri-tabara. Por desgracia la lluvia no tiene alcances específicos sino aleatorios. Mientras aquí llovió como hace mucho tiempo no veíamos el país siguió expectante el resultado de las votaciones y algunos otros diluyéndose en los últimos minutos de un campeonato mundial lleno de mercadotecnia, nombres de jugadores, defensas rapidísimos pero muy pocos goles. Por lo menos la lluvia sirvió para alejarnos de todo eso, para devolvernos con una bofetada a nuestro estado natural. En las calles no existían las clases sociales, unos tipos de la clase bajas (o sea bien jodidos) empujaban un carro viejo y sucio en el inundado Eje vial Juan Gabriel y unos metros adelante una chica de la clase alta (o sea que los de la clase baja le valen madre) hacía lo mismo con un mustang 2004 ayudada por un gordito que lo único que pensaba era en agarrarle las nalgas. Me di cuenta entonces que esta ciudad “persigue en vez de ser perseguida, que todo lo que le está ocurriendo en la vida son azares del cazador y no del animal acosado”. La lluvia se llevó las muertas, las ejecuciones, el pobre crecimiento económico, el fútbol, las elecciones. Con cada gota brillante mi nombre se desvanece en las coladeras inservibles, la lluvia sigue y sigue hasta que el infierno de estas calles tomadas nos devuelve a lo mismo, al programa de concursos, al internet, a la comida congelada en el micro, a mi triste vida de la nevera sin cerveza.

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